Clínica del Cuerpo

CLÍNICA DEL CUERPO

El cuerpo real, tiene un lugar de fundamento en la teoría psicoanalítica. Cuerpo que, al ser traspuesto por la palabra de deseo, adquiere el estatuto de cuerpo imaginario. Cuerpo imaginario donde el yo habita regulado por la lógica narcisista, de los ideales. Cuerpo imaginario que si no logra su transfiguración simbólica, retorna con su carga de goce a lo real de la carne para marcarla, destruirla o incluso desaparecerla.
Cuerpos tatuados, cuerpos destruidos por cánceres, artritis, etc., cuerpos automutilados, cuerpos esqueléticos de las anoréxicas o los cuerpos odiados por las bulímicas, cuerpos a desaparecer en las melancolías.
Cuerpos que no son sustento para el ser, porque en estos casos, este, el ser, no puede habitar el único territorio que le es posible: el campo del deseo.

Cuerpos llenos de objeto tóxico (alcohol o drogas) como sustituto fallido del objeto que podría causar el deseo de vida. La clínica del psicoanalista ya no se puede sostener en la comodidad del sillón a la espera de los significantes, que en el discurso de la histérica o del obsesivo, den muestra de las aperturas de lo inconsciente y del sufrimiento agazapado en el fondo y presentado en la vida cotidiana. La clínica actual reclama, la atención al grito desgarrador de la pulsión de muerte que mueve a la acción inmediata para evitar su inminente realidad.

Ya sea el cuerpo anoréxico o el cuerpo lleno de las bulímicas, objetos tóxicos, así como el cuerpo de la melancolía son cuerpos que si se hacen presentes, o alguien los presenta, al analista, en quizá, un último grito de auxilio antes del encuentro fatal con la nada de ser al que apuntan: la muerte. Estas patologías exige un estudio y comprensión profunda, reflexivo de esta problemática, que en la ÉPOCA ACTUAL excede a la clínica de las neurosis. Estas nuevas formas de expresión del goce, de la pulsión de muerte anudada al cuerpo, llamados “NUEVOS SÍNTOMAS” dan cuenta (entre otras cosas de) la desestructuración de la familia y con ello de la falla de la función simbólica del padre, que como todo analista sabe, pone una prohibición al goce primario y al retorno de la pulsión de muerte contra sí mismo, contra el cuerpo propio.

Coordinadora: Dra. Dolores Aldana V.