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Medicina Forense

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excelente

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Hector Daniel Cid Vázquez

5.0
04/11/2010
Lo mejor: Me parece una muy buena opcion para desarrollarse en el campo de la medicina legal, asi como una base para varias subespecialidades
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monica cabrera garcia

5.0
11/03/2010
Lo mejor: Me parece en el distrito federal las mejroes opciones en el area para crecer academicamente
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Materias

  • Medicina forense

Programa académico

Compendio Histórico

En 1936, bajo el régimen del General Lázaro Cárdenas Del Río, el más profundamente nacionalista y democrático Presidente de la República de nuestra historia contemporánea, tuvo lugar la creación del Instituto Politécnico Nacional como una de las más importantes estrategias educativas, particularmente en materia de Enseñanza Tecnológica, misma que fue concebida como el soporte fundamental para el desarrollo del País.

Sólo un régimen presidencial con esas características, era lo suficientemente sensible para captar los alcances de la creación, dentro del naciente Instituto, de una carrera de medicina con la inclinación social necesaria para extender los servicios de salud al campo mexicano y a las clases económicamente desprotegidas.

La idea se gestaba desde principios de los años 30 del siglo pasado, a partir de un destacado grupo de valiosos mexicanos intelectuales, políticos, médicos, sociólogos, antropólogos y etnólogos, que percibían la necesidad de los mexicanos de un profesional médico con ciertas características muy especiales en cuanto a la capacidad y a la disposición para hacer frente a los enormes problemas que, en materia de salud, experimentaban miles de compatriotas en el ámbito rural de nuestra Patria. Los planteamientos fueron paulatinamente tomando fuerza, hasta la obtención del decreto que consagró la creación de la Carrera de Medicina Rural, momento histórico que es considerado como la génesis de lo que, con el correr de los años, sería la Escuela Superior de Medicina del Instituto Politécnico Nacional.

Muchos grandes hombres participaron como los ideólogos, fundadores, catedráticos y apasionados defensores de aquella trascendente iniciativa: en primer y señalado lugar, el insigne fundador del Instituto, Ingeniero Juan de Dios Bátiz Paredes; el maestro Diódoro Antúnez Echegaray, director en ese entonces de la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas, la que dio cobijo en sus instalaciones a la nueva carrera; el antropólogo social Miguel Othón de Mendizábal quien se dio a la trascendente tarea de fundamentar con datos estadísticos científicamente obtenidos y profundamente estudiados, la necesidad imperiosa de atender las precarias condiciones que en materia de salud y asistencia médica imperaban en las zonas rurales de la Patria.

La propuesta derivada de los estudios de Othón de Mendizábal y aquellos brillantes ideólogos, dio pie a que el 4 de marzo de 1938, fecha considerada como de fundación, iniciaran los cursos de la nueva carrera con el registro escolar de nueve decididos jóvenes, que han pasado a la historia como los pioneros de la nueva e incierta aventura que poco a poco se iría consolidando en el Politécnico y en la sociedad mexicana.

A partir del aquel inicio y hasta 1944, las primeras generaciones estudiaron la carrera de Médico Rural como parte de la oferta educativa de la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas; y no fue sino hasta el año de 1945 cuando se creó por decreto oficial, la Escuela Superior de Medicina Rural, la que, sin contar aún con instalaciones propias, quedó integrada al conjunto de las demás escuelas superiores que conformaban el I.P.N.

Así, cuatro años después, de ese puñado de jóvenes idealistas de los cuales el primer egresado fue el Dr. Luis Lorenzana, salieron al campo para cumplir su patriótica labor en el Servicio Social, que pronto se habría de multiplicar hasta configurar programas de asistencia y desarrollo comunitario de gran importancia para diferentes regiones de México. Ellos fueron alumnos de los primeros maestros y fundadores de cátedra como Gerardo Varela, Leopoldo Ancona, los hermanos Alfonso e Ignacio Millán Maldonado, Efrén del Pozo, Guillermo Arreguín, Demetrio Sokoloff, Eduardo Aguirre Pequeño, Manuel Maldonado Koerdell quienes junto a los primeros directivos, lucharon hasta el heroísmo por la supervivencia de la carrera que proclamaba los más altos ideales de reivindicación social para los marginados carentes de lo más indispensable.

El liderazgo social en esa parte de la historia, recayó en la figura ilustre del Dr. Mariano Vázquez Rodríguez, reconocida figura de la neurocirugía mexicana, quien desde 1942 se había hecho cargo de la coordinación de la carrera, y que a partir de 1945 fungió como el primer director de la naciente Escuela. En ese difícil periodo, se vio precisado a enfrentar con gran entereza, pasión y entrega, las dificultades administrativas, la permanente carencia de recursos y muchas tentativas externas para frenar esa nueva carrera médica que atentaba contra el poder del protomedicato dominante en la época, reflejadas en las numerosas dificultades impuestas a los primigenios estudiantes del "Poli", que eran despectivamente calificados como "rurales", negándoles el acceso a los campos clínicos hospitalarios.

Al lado de ese gran prohombre, hicieron enormes aportaciones notables personalidades decisivas en la historia del plantel, de la talla del doctor Luis López Antúnez, fundador de las cátedras morfológicas, apoyado por Leopoldo "El Güero" Centeno a cargo de los anfiteatros y la sala de conservación de cadáveres; el ilustre patólogo Gabriel Álvarez Fuertes en el área de la Histología y la Anatomía Patológica; Leopoldo Chávez Tinoco y el maestro Eduardo Campos Mosqueda en cirugía y Roberto Núñez Andrade en dermatología. Cabe destacar la llegada de un valioso grupo de catedráticos y científicos republicanos procedentes de España perseguidos por el franquismo, que encontraron asilo en nuestro País; y que reforzaron importantemente el academismo, la enseñanza en desarrollo y la ya de por sí calificada planta docente, entre los cuales destacan José Torreblanco en la especialidad de ginecología, Isaac Costero Tudanca en anatomía patológica, Alberto Folch Pi en farmacología, Jaime Pi Suñer y Antonio Oriol Anguera en el área de fisiología.

Bajo la firme conducción del maestro Vázquez, la Escuela se consolidó, se abrió paso por méritos propios y consiguió sus espacios en campos clínicos de las más importantes instituciones hospitalarias del sector público y no pocas privadas; perfeccionó sus planes y programas, enriqueció la plantilla docente, el acervo de su biblioteca, los equipos de laboratorio y comenzó a producir legiones de egresados capaces, aptos y socialmente comprometidos que se desarrollaron a lo largo y ancho del País.

Para el año de 1950 la comunidad de la Escuela se formaba por unos cien profesores y 450 alumnos. Todavía la actividad escolar se desenvolvía en instalaciones pertenecientes a la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas, situada en el legendario Casco de Santo Tomas. En la memoria de los más antiguos profesores y egresados, se encuentra imborrable el recuerdo del famoso "Salón 45" asignado a la carrera de Médico Rural para el desempeño de las clases teóricas, así como las instalaciones y anfiteatro del Departamento de Anatomía y con aulas para la enseñanza clínica en el Hospital General de la S.S.A., el primero de los campos hospitalarios que abrió sus puertas a la Escuela.

Fue por ese tiempo, cuando autoridades, alumnos y egresados emprendieron una tenaz campaña para promover la construcción de un edificio propio, esfuerzo que culminó con la planta física que aún habitamos, de cuya estructura e imagen original todavía se conserva el Auditorio Principal y el Edificio de Gobierno. La inauguración de las flamantes instalaciones, ocurrida en el año de 1957, puede marcar el final de la etapa de fundación y consolidación de la Escuela, para dar paso a la etapa de un vigoroso desarrollo, el cual no sólo se dio en términos de crecimiento de la demanda escolar y generación de egresados, sino en materia del prestigio académico que ha llevado al Plantel a los primeros sitios de importancia en el contexto de las escuelas de medicina mexicanas.

Otro relevante acontecimiento histórico de nuestra Escuela, que sin duda contribuye a delinear esta etapa de desarrollo que hasta la fecha persiste, lo constituye el hecho trascendente de la supresión del término rural en la denominación oficial de la carrera de medicina y de la propia Escuela.

En 1965, a 27 años de fructífera existencia, la E.S.M.R., ya era ampliamente reconocida ante los organismos de salud pública, y sus egresados actuaban en correlación con los diferentes componentes del Sistema Nacional de Salud, en todos los confines de la Nación. Sin embargo, por la primera década de la segunda mitad del siglo XX, tenues vientos de desarrollo comenzaban a cambiar las condiciones de abandono absoluto en el campo, que existían en la época de los años 30’s en que la carrera de Médico Rural fue concebida, al tiempo que las universidades de los estados se multiplicaron y en muchas de ellas se abrieron escuelas de medicina cuyos egresados se desenvolvían en sus correspondientes áreas de la provincia.

La nueva visión panorámica de las condiciones de salud y el creciente desarrollo de la enseñanza de la medicina en México, permitieron percibir como innecesario el adjetivo de rural, cuya alternativa de supresión en modo alguno implicaba cambiar o menoscabar los principios doctrinarios y filosóficos de Servicio Social que inspiraron la fundación de esta Escuela, sino desvanecer obstáculos conceptuales al libre y universal desarrollo de los egresados, quienes mostraban estar preparados para ejercer la medicina con toda eficiencia hacia cualquier tipo de población y en cualquier zona o territorio del país y muchas partes del extranjero.

La iniciativa fue elevada al Consejo General Consultivo del I.P.N., en el cual se generaron prolongadas sesiones de trabajo para analizar las ventajas y desventajas de la propuesta. Al mismo tiempo, en el entorno escolar se palpaba una fuerte corriente opositora fundamentalmente formada por los primeros egresados; no obstante, las opiniones favorables poco a poco fueron formando consenso hasta que el apoyo a la medida resultó ser mayoritario.

En 1965, siendo Director General del I.P.N. el Dr. Guillermo Massieu Helguera y Director de la E.S.M.R., el Dr. Ignacio Barragán Sánchez, se aprobó en sesión solemne del Consejo General Consultivo suprimir el calificativo de Rural en la designación oficial de la institución dependiente del Instituto Politécnico Nacional encargada de formar médicos cirujanos, la cual llevaría en lo sucesivo el nombre de ESCUELA SUPERIOR DE MEDICINA DEL I.P.N. que orgullosamente ostenta hasta la fecha.

En la actualidad, nuestra Escuela, fiel y respetuosa con el compromiso adquirido en el momento mismo de su gestación, continúa con la noble, difícil y delicada tarea de formar los recursos humanos que en materia de salud requiere el pueblo de México.

Durante su vida institucional ha visto surgir en su seno a la carrera de enfermería en el año de 1940, que más adelante habría de conformar a la Escuela Superior de Enfermería y Obstetricia. Diez años más tarde, gracias a las gestiones visionarias de otro ilustre español, el prestigiado oftalmólogo Dr. Manuel Márquez Rodríguez, la Escuela dio pie a la creación de la Carrera de Optometría, misma que llegó a alcanzar uno de los primeros lugares en Latinoamérica por su alto grado de desarrollo académico y tecnológico.

La doctrina social planteada y cabalmente sostenida desde los inicios de nuestro Plantel, permitió el surgimiento de un importante proyecto de desarrollo académico que culminó, en 1974, con la fundación del Centro Interdisciplinario de Ciencias de la Salud (CICS), ubicado en el área rural de la Delegación "Milpa Alta" del Distrito Federal. El gran promotor de esta nueva visión en la enseñanza social de la medicina, fue el ilustre Dr. Héctor Castro Abitia, entonces director de la E.S.M. y que posteriormente alcanzaría el cargo de Secretario General del I.P.N. Hoy por hoy el CICS cuenta con un nuevo campus en la Unidad Profesional "Lázaro Cárdenas" en el área del Casco de Santo Tomas, en cuyas instalaciones se alberga recientemente la carrera de optometría que por casi cinco décadas formó parte de la Escuela Superior de Medicina.

Muchos otros grandes hombres han transcurrido por los pasillos de la historia académica, política y social de la Escuela Superior de Medicina, numerosos trabajadores de apoyo han dejado gran parte de sus vidas para hacerla vivir, así como profesionales procedentes de otras instituciones, contribuyeron al cumplimiento de la misión social de esta Escuela, como: Carlos Noble Hoyo y Luis Augusto Méndez Zavala quienes ocuparon la dirección del Plantel. Pronto se sumaron a la plantilla docente notables galenos del inolvidable Hospital General de México, como los hermanos Flores Espinoza, Mario Salazar Mayén, Alfonso Acevedo Olvera Leopoldo Gómez Jáuregui, José Nava González, José Luis Cortes por citar algunos. La Escuela se erige como una de las instituciones participantes en la fundación de la Asociación Mexicana de Escuelas y Facultades de Medicina, organismo que agremia a las instituciones de enseñanza médica en el País.

La marcha ascendente de la Escuela es impulsada por sus propios hijos que comienzan ya a ocupar puestos directivos y de docencia. Así tenemos que en 1949 ocupa la subdirección el Dr. Luis López Galván, en 1953 Fernando Lamadrid Montemayor y después Gonzálo Manzano Zayas, Eusebio Mendoza Ávila y Fiacro Jiménez, entre otros. El Dr. Filiberto Bernal Mares debe ser recordado como el primer egresado que ocupó dirección en 1959.

En las aulas, anfiteatros, laboratorios y campos clínicos han estado personalidades de la talla de Ricardo Yáñez Ávila en bioquímica, José Sosa Martínez en microbiología, Ricardo Calvete Santibáñez en Fisiología Humana, Rosa María Puente en psiquiatría, Guillermo Figueroa Cárdenas en cardiología, Teodoro Bazán Sosa en ginecología y obstetricia, César Gutiérrez Castañeda en cirugía, Ricardo Espinosa Castillejas en anestesiología, Carolina Paredes Lecona en el área de educación prequirúrgica, entre muchos otros distinguidos maestros.

Por todo lo anterior, la reflexión final:

La Escuela Superior de Medicina: ¿Es una historia en marcha?

!Por supuesto! Porque estas líneas sólo son un asomo hacia los hombres, su grandeza y su circunstancia, que han transitado por el devenir histórico del Plantel; hemos vislumbrado hacia los momentos, retos y luchas que de alguna forma fueron determinantes para llegar hasta lo que somos en nuestro tiempo. Sin embargo, la gran parte de la historia aún no puede ser contada, porque los estudiantes, los profesores y los trabajadores de hoy, apenas están escribiendo, día con día, el capítulo que les corresponde.

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