Todos recordamos a Laika, la perrita soviética que se hizo famosa en 1957 por ser el primer animal en orbitar la Tierra, a bordo del Sputnik 2. Laika representa el sueño de la carrera espacial, pero también se volvió un símbolo de lo que el hombre está dispuesto a sacrificar en pro de la exploración del universo.

Cuando la Unión Soviética lanzó el Sputnik 2, en la madrugada del 3 de noviembre de 1957, Laika ya había pasado por un riguroso proceso de entrenamiento que la prepararía para pasar unos días en el espacio. La célebre perrita había sido seleccionada de un grupo de caninos provenientes de las calles de Moscú, y finalmente elegida por su dócil temperamento.

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El Sputnik 2, que sólo pesaba de 130 kgs, estaba equipado con un generador de oxígeno, un dispositivo que absorbía el dióxido de carbono, y un espacio especialmente diseñado para que Laika pudiera sentarse, pararse y acostarse (pero no darse la vuelta). Laika ya había sido entrenada previamente para comer un gel alto en proteínas y nutrientes, que la mantendría viva durante siete días.

La triste realidad

La historia es más triste de lo que creemos. Originalmente, la Unión Soviética declaró que Laika vivió varios días en el espacio, y después murió por falta de oxígeno. La realidad es mucho más sombría. En el despegue, hubo varios fallos técnicos que hicieron que la cabina del Sputnik 2 se sobrecalentara, y Laika empezó a sufrir las consecuencias de inmediato. Con un pulso tres veces más alto de lo usual, en un ambiente insoportablemente caliente, y sin poder moverse, Laika murió tan sólo seis o siete horas después del despegue.

Su muerte encendió muchas polémicas sobre la ética de sacrificar animales en condiciones terribles bajo el pretexto de la investigación y la exploración espacial. Es innegable, sin embargo, que las pruebas que se realizaron con Laika y otros animales posteriormente hicieron posible que, en 1960, el hombre llegara por primera vez a la Luna.

La respuesta a nuestra pregunta original sigue siendo tristísima: Laika nunca vivió el suficiente tiempo en el espacio como para alimentarse de la gelatina alta en proteínas que se había preparado para ella.

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